NUESTROS DOCUMENTOS
I. La Universidad y la Nación.
“El hecho de que una institución sea autónoma o autárquica no implica necesariamente que sea democrática porque son términos que no guardan relación. Como tampoco el carácter democrático se adquiere por la circunstancia de que la institución elija sus propias autoridades, pues si la elección se hace por y entre un círculo cerrado o entre una clase determinada, el sistema, lejos de ser democrático, resultará aristocrático, plutocrático,… y, en términos generales, oligárquico”. Juan Domingo Perón
Una compañera, rectora de una Universidad del GBA, decía que cuando la invitaban a hablar del rol de la Universidad y su relaciones con el Estado comenzaba diciendo: “Les traigo una mala noticia La Universidad es del Estado”… Este comentario ejemplificaba de modo directo la no comprensión de que es “lo que se espera” de nuestra Universidad Pública y de qué modo los universitarios conciben la relación con las demandas que formula la Nación por medio del Estado.
Este es el reflejo más preciso de cómo ha establecido en el tiempo la UBA su relación con la Nación, oscilando entre la oposición cerrada y el clientelismo más o menos disimulado en torno a la provisión de fondos para la ejecución de determinadas tareas, sin que se haya siquiera discutido, el indelegable rol de la Universidad como el acumulador de conocimiento necesario para el desarrollo nacional y como formulador de Pensamiento Estratégico para las metas nacionales. Entendemos entonces que la Universidad no puede ser autónoma de los procesos sociopolíticos del país reconociendo como imprescindible la articulación entre Universidad y Estado y su integración al sistema social como patrimonio de la Nación.
Podemos decir sin lugar a dudas, que la Universidad de Buenos Aires ha avanzado muy poco en los últimos 30 años en la formulación de este campo de coincidencias con la Nación, prefiriendo aún hoy, permanecer estancada y entumecida en lugar de generar movimientos cercanos a la realidad de un país que la sustenta y la necesita.
En los últimos años a nivel nacional los gobiernos de los compañeros Néstor y Cristina Kirchner han priorizado una política Cultural y Educativa distinta que tiene como eje una gran cantidad de medidas para lograr mejoras en todos sus aspectos específicos e integrales desde una concepción Nacional y Popular.
En cuanto a las Universidades es importante destacar, entre otras cosas, que: se dio sanción al régimen jubilatorio del 82% móvil para docentes, se crearon 10 nuevas Universidades Nacionales, se aumentó la inversión en más del 400%, se sancionó la Ley de Financiamiento Educativo, se aumentaron los Salarios Docentes en un 500%, se duplicaron los sueldos y el número de becarios del CONICET que ya superan los 5.500, se dispusieron de 30 mil “becas bicentenario” para que los hijos de los trabajadores accedan a la formación universitaria, se invirtieron más de 200 millones en la creación de nuevas obras y en remodelación edilicia de universidades, se creó el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva que financia actualmente más de 2.000 proyectos, se implementaron políticas de repatriación de científicos argentinos en el exterior, que ya alcanzan a más 600 colegas…
Como expresamos anteriormente, el Estado Nacional además de haber mejorado significativamente el presupuesto educativo ha garantizado la autonomía universitaria y la autarquía financiera de la UBA. En este caso particular, entendemos que la UBA no solo no ha realizado un uso eficiente y racional de dicho presupuesto, sino que ha instalando una falsa noción de comprender a la autonomía como sinónimo de aislamiento, persistiendo en la estrategia de producción de instrumentos sociales necesarios para la perduración del sistema, alejándose del sentido esencial de la Universidad Pública que es orientar sus fines y objetivos a las necesidades de su pueblo.
Esta noción de “isla abstracta”, desligada de dar respuestas a los requerimientos de una sociedad que la sustenta y de las reales cuestiones de discusión académica y profesional en la Argentina de hoy, nos dan una situación de absoluta atomicidad y la triste certeza de futuras frustraciones para la comunidad universitaria.
Es absolutamente obvio que el paradigma neoliberal tiene una importante responsabilidad sobre lo que hoy nos ocurre. Sin embargo, debe consignarse que éste se puso en marcha en la Argentina a partir de la dictadura militar, y que de los 37 años transcurridos desde aquel momento, 30 tienen que ver con el presente orden institucional, siendo entonces a la fecha una deuda de la Universidad para con la sociedad no poder revertir esta estanqueidad y compartimentación.
Salvo experiencias aisladas y puntuales, la UBA no ha tenido una política de extensión e integración significativa con el afuera, ni una estructuración de los planes de estudios que considere una efectiva práctica e inserción profesional. Evade permanentemente la generación de alternativas que puedan poner en crisis los modelos académicos universalizados por la clase dominante, elimina las concepciones alternativas producidas por el resto de la sociedad, careciendo de vocación de transformación y cuestionamiento, por lo que termina incorporando profesionales al servicio de problemáticas ajenas a nuestra realidad. En su interior ha cristalizado un Estatuto Universitario anacrónico con el solo objetivo de perpetuar en el poder a unos pocos, los de siempre.
En el caso de nuestra Facultad, por ejemplo, regulando desde el Consejo Superior de la UBA los llamados a concurso, de manera tal que con 35.000 estudiantes y 4.000 docentes, se mantienen a solo 180 profesores participando de un padrón que designa la mitad de los cargos electivos en el Consejo Directivo de la FADU.
Es clave incluir en esta discusión cuáles son las características de un orden institucional que ha convivido, convalidado y ha resultado cómplice del proceso de deterioro que viene viviendo nuestra Universidad. No hay neutralidad en la labor educativa, esta no puede ser abordada como un problema técnico ya que es justamente donde se desarrolla la concienciación crítica de las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales en la que viven las sociedades.
Por ende, no es cierto que la crisis en la UBA y la FADU sean sola y exclusivamente económica sino que también tiene un fuerte componente político institucional.
Es bueno destacar este punto ya que los que intentan colocar el problema sólo en la cuestión económica son los que por otro lado pretenden reponerle legitimidad a las prácticas tradicionales del actual esquema político. Prácticas, que como todos sabemos, son funcionales a las estrategias que dicen denunciar.
Esta burocracia política instalada hoy en el Rectorado de la UBA, representada fundamentalmente en la agrupación Reforma, no es solo criticable desde su añejamiento nominal, sino lo que es aún peor, en la reproducción de las prácticas políticas de quienes sus antecesores enfrentaban.
Se trata también de discutir dos pilares fundamentales que hacen a la razón de ser y a la esencia misma de la Universidad.
El primero es el de volver a entender el conocimiento como instrumento de las sociedades para alcanzar su pleno desarrollo y para concretar sus procesos de liberación nacional y social. En este sentido, democratizar el conocimiento implica que se incorporen a la Universidad Pública sectores sociales hoy postergados de la misma, terminando con la contradicción masividad - excelencia académica. De la cantidad sale la calidad, cuantos más estudiantes tengamos más posibilidades entonces de tener más y mejores graduados. Por eso debemos rediscutir los contenidos curriculares y planes de estudios, para que se adecuen a las necesidades y al proyecto de país que se está construyendo. El diseño de política universitaria debe darse con la participación de la comunidad, como sostenedores y depositarios de su producción.
El segundo elemento es un cambio profundo en el Estatuto Universitario que logre democratizar la representación de cada claustro, con la incorporación institucionalizada y con voto, del sector no docente. También es necesario democratizar los cargos docentes generando un claustro docente único, con frecuencias de los llamados a concurso, sin tergiversar la figura de los mismos ni la estabilidad de los cargos. Así también el nuevo Estatuto Universitario debiera contemplar, entre otras cosas, que el voto a Decanos y Consejeros Superiores fuese en forma directa, naturalmente con los niveles de proporcionalidad que se acuerden por claustro.
Proponemos un nuevo Estatuto Universitario que permita:
● “Reglamentación de asignación presupuestaria”, para cada una de las Facultades que establezca, en relación a las cantidades de alumnos, docentes, no docentes y equipamiento especifico, el monto permanente de asignación correspondiente de manera tal de evitar las actuales arbitrariedades y especulaciones políticas que perjudican a nuestra Facultad.
● “Voto directo en la elección de decano y consejeros superiores UBA”, naturalmente con los niveles de proporcionalidad que se acuerden por claustro.
● “Incorporación automática en el padrón de graduados”, de todos los egresados FADU y otras facultades.
● “Incorporación del claustro no docente”, en los Consejos Directivo FADU y Superior UBA
● “El ingreso a la UBA”, debe replantearse académica y administrativamente la organización del Ciclo Básico Común. Entendemos que el ingreso tiene que ser libre e irrestricto dependiendo de la estructura pedagógica de cada una de las Facultades.
● “Una Universidad comprometida con nuestro presente de país”, reconociéndose en su identidad histórica y nacional posibilitando la generación de conocimientos académicos específicos que permitan articular un futuro distinto, insertando profesionales que sean parte de una realización colectiva.
● “Una Universidad comprometida en la definición de políticas activas”, en relación al Estado Nacional. Una de ellas es hacer efectivo el compromiso de asumirse como organismo consultor prioritario para el desarrollo del proyecto nacional y latinoamericano en todas sus dimensiones.
● “Una Universidad comprometida con su pueblo”, la Extensión Universitaria actual supone a una Universidad poseedora de bienes culturales de los que carece la comunidad a la que pertenece. Incorporar la comunidad en el ámbito académico y a la universidad en el medio social, promoviendo la vinculación con organizaciones populares, con el barrio.
Pretendemos que la Universidad Pública, a la par de profundizar su rol de producción crítica del conocimiento mediante la investigación con excelencia académica y la formación de profesionales idóneos, sea un ámbito en el que nuestros jóvenes encuentren la orientación y la motivación para el desarrollo de su conciencia crítica y la participación que les permita insertarse en la vida social y cultural en forma activa. Además fomentar su compromiso para la resolución de los problemas que aún nos aquejan, principalmente aquellos referidos a la justicia social, la distribución del ingreso, la recuperación y crecimiento de la industria nacional y los recursos naturales, promoviendo un modelo de desarrollo sustentable y acorde a los intereses de las mayorías.
II. FADU y Sociedad…
La FADU tiene una larga trayectoria en la formulación de un pensamiento propio que ha servido de base para la formulación de Políticas Urbanas para arquitecturas referenciales y para criterios de diseño en sus distintas carreras, que han constituido conjuntos disciplinares valiosos, algunos de estos de un insospechado y particular éxito.
Estas experiencias se han desarrollado en forma autónoma y casi al margen de todo aporte, vinculación o servicio con la UBA, con el Estado y casi podríamos decir que con la FADU misma. Estos esfuerzos, en muchos casos aislados de cátedras, docentes y estudiantes, necesitan de una articulación política para integrarse y potenciarse.
Es tiempo de que la FADU vea el modo de imbricar todo este proceso creativo con el aporte que hace toda la sociedad, transformándolo en un pensamiento que organice los recursos para el desarrollo y lo refleje en políticas institucionales concretas y permanentes.
III. El Clúster de Carreras
La FADU actual ha evolucionado de ser únicamente la FAU (Arquitectura y Urbanismo) con un sistema académico establecido en el Siglo XVI y con un corpus académico definido en sus procesos de reforma hacia un conjunto de normas basadas en un grupo de disciplinas relacionadas entre sí, y con un corpus académico en formación.
Esta magnífica situación de reunión en una misma unidad académica de un corpus de conocimiento estable y de otro en constante movimiento no ha sido aprovechada. Del resultado de esta situación surgieron en los 90 propuestas de dividir la FADU en dos estructuras académicas superpuestas: “la Arquitectura y el Urbanismo” al modo tradicional, y las carreras “de diseño” como otra estructura ya desprendida del tronco original de la FAU. De esta discusión también surgieron las iniciativas de las Juntas de Carrera con la intención de responder a la especificidad de cada una de ellas, en particular de las nuevas carreras que han sido discriminadas al no tener el peso institucional que les corresponde.
En todas las circunstancias en las que podamos analizarlo, en el devenir de la antigua FAU transformada en FADU, lo permanente ha sido la fragmentación académica en lo interno y la aislación temática y conceptual con el exterior, formando técnicos con ideología tecnocrática, adaptados a los vaivenes del mercado, sin totalización del mercado en el cual se insertan.
Entendemos que las distintas carreras deben funcionar como un conglomerado de diferentes disciplinas que interactúan entre sí, con una interdependencia a partir de la cual se genere un valor agregado potenciado.
La noción de “clúster de carreras” con una atribución común que es la reflexión teórica sobre el espacio común y una aptitud especial que es el diseño, debe ser evaluada como una propuesta necesaria en la FADU.
Proponemos para la FADU:
● Un masivo llamado a concursos docentes, garantizando su estabilidad.
● Integración entre las distintas carreras para lograr una situación más equitativa y democrática.
● Un Plan de Estudios que implemente unidades pedagógicas, articulando no solo el desarrollo de la carrera en forma vertical sino que conecten con las distintas materias en horizontal incorporando la problemática económica, social y cultural existente en la Argentina, así como involucrarse en la construcción de la economía productiva, el desarrollo científico-tecnológico y los lazos sociales.
● Pleno empleo, entendemos que es obligación de la facultad generar las políticas y gestiones necesarias para garantizar la más amplia cobertura laboral de sus egresados, esto implica indefectiblemente manifestar la voluntad de insertar a la FADU en el desarrollo productivo que hoy hay en la Argentina y brindar las condiciones administrativas internas que permitan rapidez en dar respuesta profesional externa y amplitud en las convocatorias y procesos de selección.
● Generación directa de recursos para la FADU, la política de convenios tiene que gestionar la incorporación sistemática de equipamiento, material de trabajo, partidas con asignaciones especificas, donaciones que logren invertirse directamente en la FADU de manera de alcanzar mejores condiciones de trabajo y estudio, reduciendo el impacto en nuestra Facultad de la deficiente distribución del presupuesto UBA.
La forma de concretar estas y otras propuestas postergadas en el tiempo es a partir de la formación de un frente político - académico sobre la base de metas programáticas para conducir la FADU.
Les proponemos a todas las fuerzas políticas generar las instancias institucionales para debatir sobre estos temas académicos, para conformar acuerdos y explicitar desacuerdos, a fin de superar la lógica actual que no logra salir del laberinto, como modo de aportar a la construcción de la FADU de todos en el contexto de un país que la necesita.
Nuestra Universidad no debe resignarse, debe ser mejor e implementar políticas diferentes a las actuales, que instalen un compromiso para la construcción de una Universidad Nacional, Popular, Pública, Gratuita y al Servicio del Pueblo.